Cuidado con la papa brasileña: los argentinos siguen sin poder identificar cuál es el origen de sus problemas
A propósito de un comunicado de FAA.
El colapso del sistema educativo argentino registrado en las últimas décadas –que abarca todos los estratos sociales– hace que perdamos el recurso más importante que tenemos (el tiempo) discutiendo estupideces.
Federación Agraria (FAA) lanzó un alerta porque ingresó al Mercado Central de Buenos Aires un camión con papas provenientes de Brasil. “La importación en plena temporada (de cosecha) es la pesadilla de cualquier productor del mundo”, indicó la entidad por medio de un comunicado.
Juan Manuel Garzón, coordinador del área agroindustrial del Ieral (Fundación Mediterránea), aclaró, ni bien se publicó el alerta, que Brasil importa de la Argentina muchísima más papa de la que importa, por lo que no tiene sentido preocuparse al respecto.
Además, se trata de papa que viene de Brasil, una nación que, casualmente, integra una unión aduanera con la Argentina, la cual se conoce como Mercosur, y que, como tal, fue diseñada para promover y facilitar el intercambio de bienes entre los integrantes de la misma.
No se trata, por cierto, de una cuestión exclusiva de FAA. Son muchos los que comulgan con la filosofía de “vivir con lo nuestro”, la cual, en un mundo globalizado, es una de las más sólidas políticas de exclusión social. La provincia de Santa Fe, por ejemplo, tiene un “Observatorio de Importaciones”. Y el Ministerio de Producción de Francisco Cabrera es una usina de barreras proteccionistas solicitadas por empresarios amigos.
El aspecto central del problema planteado por FAA no está en el título del comunicado (“Preocupación de productores paperos ante el ingreso de papa importada al mercado argentino”), sino en el cuarto párrafo del mismo, donde el productor papero Luis García comenta que “hace tres años que vendemos la producción al mismo precio y los insumos aumentan todos los años”.
Son múltiples las variables que pueden estar incidiendo en el precio local de la papa. Pero el hecho es que los insumos no aumentaron de precio, sino que fueron ajustando su valor relativo en función de la inflación, que no es otra cosa de la desvalorización de la moneda argentina provocada por la resistencia de la corporación política a ajustar un gasto público sobredimensionado.
Luis García puede creer que la papa brasileña es parte de su problema. Pero podríamos cerrar la importación de papas, en todas sus formas, durante un año y seguramente descubriría en ese término que su situación, lejos de mejorar, sigue empeorando.
Podríamos esperar entonces que Luis pueda vislumbrar que su problema es la corporación política argentina, la cual asegura que es imposible ajustar el gasto público para trasladar, año tras año, ese sacrificio al sector privado.
Pero si Luis no logra, a pesar de todo, sintonizar esa causalidad, entonces muy probablemente seguirá buscando nuevos culpables de su problema. Y entonces alguien más redactará un comunicado expresando la queja de Luis. Y este artículo volverá a publicarse una y otra vez.
Ezequiel Tambornini